Zoraya Sanz: La barloventeña que conquistó la pantalla venezolana

 

¿Te imaginas querer algo con todas tus fuerzas, pero que la sociedad te diga que no puedes tenerlo solo por tu color de piel? Esa fue la realidad de Zoraya Sanz, una actriz venezolana cuyo talento y perseverancia abrieron puertas en un medio artístico que, por mucho tiempo, le dio la espalda. Hoy, en su cumpleaños, celebramos la vida y el legado de esta mujer extraordinaria que, con su carisma y su fuerza, se convirtió en un ícono de la cultura venezolana.

Zoraya no fue solo una actriz; fue un símbolo de la lucha, la resiliencia y el orgullo afrodescendiente en Venezuela. Su historia es un reflejo de lo que el poeta Aquiles Nazoa llamaba «Los poderes creadores del pueblo», un pueblo que, a pesar de las adversidades, encuentra la manera de brillar.

De Barlovento a Caracas: La pasión por la actuación

Zoraya Sanz nació un 20 de septiembre de 1937 en el humilde caserío Las Martínez, en Tacarigua de Mamporal, una tierra de tambores y cacao en la región de Barlovento, estado Miranda. Desde muy joven, Zoraya se mudó a la bulliciosa Caracas en busca de oportunidades. Fue allí, junto a su hermana, que descubrió la magia de las radionovelas, un formato que capturaba la imaginación de millones de oyentes.

Una visita a Radio Difusión Venezuela marcó el inicio de su carrera. Allí conoció a Enrique Benshimol, quien, impresionado por su voz y su potencial, la invitó a unirse a sus clases de locución y actuación radial. Fue así como Zoraya se graduó junto a Raúl Amundaray, una de las grandes figuras de la actuación venezolana. Aunque la radio se convirtió en su refugio, la televisión representaba un reto mucho mayor.

El muro del racismo: Una lucha constante

En la década de 1950 y 1960, la televisión venezolana, al igual que en muchas partes del mundo, era predominantemente blanca y eurocéntrica. El racismo y la discriminación eran barreras casi infranqueables para las y los artistas afrodescendientes. Zoraya, con su piel morena y sus raíces barloventeñas, se enfrentó a un sinfín de rechazos y adversidades. Muchas oportunidades le fueron negadas, limitando su talento a trabajos de radio y doblaje.

A pesar de la frustración, Zoraya nunca se rindió. Su amistad con Antonieta Colón, otra gran actriz afrodescendiente, se convirtió en una alianza de lucha. Juntas, no solo compartían escenarios en obras teatrales, sino que también alzaban la voz en favor de una mayor inclusión en el medio artístico. Su activismo, aunque silencioso para los reflectores, sentó las bases para que futuras generaciones de actores tuvieran un camino más digno.

Candelaria y el salto a la fama

La vida de Zoraya Sanz es un recordatorio de que a veces, una pequeña puerta puede abrirse a un mundo de posibilidades. Sus primeros pasos en la televisión los dio en el programa humorístico La Quinta de Simón, donde interpretó a Candelaria, una sirvienta que rápidamente se ganó el cariño de los venezolanos.

El personaje de Candelaria fue mucho más que un rol secundario; fue la prueba de que el talento de Zoraya no podía ser ignorado. A los 30 años, el país entero la conoció a través de una popular cuña de una reconocida marca de café, donde su rostro y su voz se convirtieron en sinónimo de calidez y tradición. Este éxito le abrió las puertas a una prolífica carrera en telenovelas, participando en producciones icónicas como Leonela, Topacio y Rubí Rebelde, que la inmortalizaron como un rostro familiar en las pantallas de Radio Caracas Televisión (RCTV) y otras cadenas.

Una carrera de tradición que trasciende

Zoraya Sanz demostró que el talento no tiene color. Su carrera no se limitó a la televisión; también dejó su huella en el cine con películas como Domingo de resurrección, Oriana y Caín adolescente. Cada papel, cada actuación, fue un acto de resistencia y una demostración de que la riqueza cultural de Venezuela reside en su diversidad.

Su vida, llena de desafíos y victorias, nos recuerda la reciliencia que tuvo Aquiles Nazoa en su vida, una belleza que no se ciñe a estereotipos, sino que nace de la autenticidad y la lucha. Zoraya Sanz, con su sonrisa sincera y su talento inigualable, se convirtió en la «Candelaria» de todos, un personaje querido que representaba la esencia del venezolano trabajador y noble.

Al recordar a Zoraya en este día tan especial, celebramos a una mujer que nos enseñó a valorar el arte y la vida más allá de los prejuicios. Su historia es un faro para las nuevas generaciones de artistas que, como ella, sueñan con dejar una marca en el mundo, sin importar de dónde vengan.

Su carrera nos impulsa a seguir luchando por un mundo más justo, donde el talento sea la única medida del éxito y la diversidad sea celebrada como el tesoro que es.

Credo de Aquiles Nazoa

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