José Ignacio Cabrujas: Un escritor inmortal

Por José Leonardo Riera Bravo, El Chico de la Poesía.

El calendario a veces se pone nostálgico. Hoy, 21 de octubre de 2025, se cumplen tres décadas desde que la Isla de Margarita se quedó en silencio. Tenía apenas 58 años, pero el hombre que se fue aquel día, José Ignacio Cabrujas, ya era una biblioteca, un estudio de cine, un escenario teatral y media parrilla televisiva. Intentar definirlo con una sola palabra es imposible. Fue escritor, actor, director, dramaturgo, cronista, docente, gerente cultural y, por encima de todo, un observador implacable de Venezuela.

En esta fecha, donde recordamos la partida de uno de los espíritus más incisivos y polifacéticos del siglo XX venezolano, quiero invitarte a ir más allá del luto. Vamos a celebrar su ingenio, ese que nos enseñó que la crítica social no tiene por qué ser aburrida y que la cultura, para ser real, debe ser, ante todo, popular.

La pregunta que siempre surge es: ¿Qué era Cabrujas? Y la respuesta correcta es: todo.

Cabrujas fue un puente. Unió el Teatro Universitario con las crónicas de prensa, la ópera con la telenovela y la alta cultura con la sala de la abuela. Y si algo demuestra su naturaleza expansiva y plural es el origen de su propio nombre.

Dato Curioso: La ‘S’ que Inició la Leyenda

¿Sabías que su apellido original era, sencillamente, Cabruja?

El mito de la «S» es fascinante, casi una parábola sobre el poder del arte y los medios. Todo empezó cuando el periodista Lorenzo Batallán escribió una nota sobre su desempeño en el Teatro Universitario. Por error o capricho tipográfico, le añadió una simple «S» al final: Cabrujas.

A muchos les hubiera molestado la incorrección, pero al joven artista le encantó. Él, que ya se perfilaba como un hombre de dimensiones múltiples, abrazó ese plural. José Ignacio Cabrujas, con ‘S’, es la firma de un hombre que se negaba a ser singular.

De Catia a la UCV

Nacido en 1937, Cabrujas creció en Catia, el oeste popular de Caracas. Esta infancia fue la fuente de su genio. Quien conoce el pueblo y la calle, conoce su lenguaje, su dolor y su humor.

Aunque entró a estudiar Derecho en la UCV, rápidamente se dio cuenta de que su verdadera corte era el escenario. Abandonó la carrera y se lanzó de lleno al Teatro Universitario, debutando en 1959.

Cabrujas demostró que si crees en tu vocación —»creo en la poesía y, en fin, creo en mí mismo»—, no hay ley ni convención social que te detenga. Su obra Juan Francisco León, donde abordó la idiosincrasia venezolana, fue la prueba de que su arte nacería siempre de la raíz popular.

La Telenovela es Cultura, ¡Y Cabrujas la Renovó!

Para el purista, la telenovela era la antítesis de la alta cultura. Pero para Cabrujas, la telenovela era el mayor escenario de Venezuela. Con más de 30 telenovelas y miniseries en su haber, se convirtió en el gran renovador del género en América Latina.

Él no solo contaba historias de amor; usaba el melodrama como un caballo de Troya para colar la crítica sociopolítica en cada casa.

  • La señora de Cárdenas (1975): La primera. Se atrevió a hablar de divorcio, un tabú para la época.
  • La dueña (1984): Convirtió la historia de una mujer que regresa a vengarse en un discurso sobre el poder y la corrupción.
  • La dama de rosa (1986): Un clásico que combinó intriga y realidad social.

Cabrujas demostró que si millones de personas consumen un género, ese género tiene la suficiente fuerza para transmitir ideas complejas, apartando esos prejuicios sociales que tanto lo molestaban. Su compromiso no era con el formato, sino con la gente que lo consumía.

Del Tablas al Celuloide

Si su trabajo en televisión fue masivo, en el teatro y el cine fue fundacional. Su dramaturgia, compuesta por 23 obras, no tiene fecha de caducidad. Profundo (1971), Los ángeles terribles (1966) y, por supuesto, El día que me quieras (1978), basada en el famoso tango, son ejemplos de cómo diseccionó la psiquis venezolana con bisturí. Sus diálogos son un espejo incómodo, pero adictivo. Ganó el Premio Nacional de Teatro en 1988, un reconocimiento bien merecido.

En el cine, sus 18 guiones fueron una alianza perfecta con el director Román Chalbaud, formando un trío cultural junto a Isaac Chocrón (con quien fundó el Nuevo Grupo).

  • La quema de Judas (1975)
  • Sagrado y obsceno (1976)
  • El Pez que Fuma (1977) y su secuela en 1991: Una obra maestra que es obligatoria para entender el realismo mágico y sucio de la Caracas de entonces.

Su último guion fue para Amaneció de golpe (1998), de Carlos Azpúrua, dejando su firma en una pieza que capturó la crisis política y militar de la época. Cabrujas escribía la historia de un país en constante ebullición.

Hoy, 21 de octubre, recordamos a ese joven de Catia que nos enseñó que el artista no puede esconderse en la torre de marfil. Debe bajar, observar, y luego devolverle al pueblo, en el lenguaje que sea (teatro, cine, telenovela, crónica), un reflejo ingenioso y crítico de sí mismo.

Cabrujas creía en el arte como espejo, y el espejo, aunque a veces muestre arrugas, siempre es honesto.

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Cintillo Movimiento Aquiles Nazoa

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