El Juramento que lo cambió todo:

Bolívar a sus 22 años en el Monte Sacro

El 15 de agosto de 1805 no fue un día cualquiera. En una colina de Roma, bajo un sol que empezaba a ocultarse, un joven de 22 años llamado Simón Bolívar hizo una promesa que cambiaría el destino de un continente. Este no es el Bolívar del caballo blanco y la espada, sino el muchacho recién golpeado por la vida, un viajero que buscaba su lugar en el mundo. Con él estaban dos amigos y maestros que lo conocían bien: Simón Rodríguez y Fernando Rodríguez del Toro. Juntos, en el Monte Sacro, tejieron un sueño que se convirtió en realidad.

¿Te has preguntado qué pasa por la mente de un joven cuando la vida le presenta una encrucijada? Acompáñanos a un viaje en el tiempo para entender este momento histórico y por qué sigue siendo tan importante para nosotros, hoy, 220 años después.

Imagina a tres amigos, venezolanos, recorriendo Europa. No eran turistas cualquiera. Eran hombres llenos de la energía de su tiempo, con las ideas de la Ilustración y el romanticismo en la cabeza. Habían visto a Napoleón coronarse, un espectáculo de poder que contrastaba con las injusticias que ellos veían en su propia tierra.

Simón Bolívar, a pesar de su corta edad, ya había conocido el dolor. La reciente muerte de su esposa, María Teresa, lo había marcado profundamente. La vida le había quitado un amor, pero le dio algo más: una causa. Y en ese camino de duelo y reflexión, su antiguo maestro, Simón Rodríguez, se convirtió en una brújula.

Rodríguez era un pensador genial, a quien Bolívar llamaría más tarde «El Sócrates de Caracas». Su método era simple pero poderoso: no dar respuestas, sino hacer preguntas para que su alumno las encontrara por sí mismo. En ese viaje, la conversación era la moneda de cambio, y las ideas eran el destino.

El Monte Sacro: Más que una colina, un símbolo

El lugar que escogieron para su juramento no fue casualidad. El Monte Sacro era famoso en la historia de Roma por ser el sitio donde los plebeyos se retiraron para exigir sus derechos a los patricios. Era un lugar de rebeldía, de lucha por la justicia.

Allí, mientras hablaban del auge y caída de las civilizaciones, Bolívar se dio cuenta de algo: las sociedades europeas habían logrado mucho, pero no habían resuelto el «gran problema del hombre en libertad». En su mente, esa tarea titánica le pertenecía a otro lugar, a una tierra de oportunidades que Europa llamaba: el Nuevo Mundo.

El Juramento: La chispa de la libertad

Con el sol de Roma poniéndose, Bolívar se puso de pie. Con una mirada fija en su maestro y amigo, pronunció las palabras que todos conocemos, pero que en ese momento adquirieron un peso que las hizo inmortales:

“Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor y juro por mi patria que no daré descanso a mi brazo ni reposo a mi alma hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español.”

Ese no fue el juramento de un líder político, sino el de un joven que, con el corazón destrozado, encontró un propósito. Fue el momento en que Simón el joven se convirtió en Bolívar el Libertador. Fue la promesa de un ideal que se haría realidad, no solo con palabras, sino con la sangre, el esfuerzo y la valentía de miles.

Dos siglos después, ese juramento sigue resonando. En las palabras de Aquiles Nazoa, podemos encontrar ese eco. ¿Recuerdas su poema «Bolívar en un libro de lectura«? En él, Aquiles nos habla de un Bolívar humano, cercano, que no es una estatua de mármol, sino un hombre con ideas y sentimientos.

La visión de Aquiles era clara: la historia no es un cuento para memorizar, sino una lección para vivir. El Juramento del Monte Sacro nos enseña que los grandes cambios empiezan en la mente de alguien que se atreve a soñar, a pesar de las dificultades. Nos enseña que la amistad y la mentoría son claves para encontrar nuestro camino.

Así como Bolívar, a sus 22 años, vio en una colina romana la oportunidad de un futuro mejor, ustedes, creadores y artistas, tienen la oportunidad de ver en cada idea, en cada lienzo, en cada verso, un camino para transformar su entorno. El juramento de Bolívar no solo liberó a una nación; liberó la idea de que es posible construir un mundo más justo, más humano, y lleno de esperanza.

El desafío de hoy, como lo fue en 1805, es no conformarse, soñar en grande, desde las cosas más sencillas.
¿Qué juramento harías tú hoy por lo que crees?

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