Augusto Santos: Un Patrimonio Cultural Viviente en homenaje a nuestro Santo José Gregorio Hernández
Por: José Leonardo Riera Bravo, «El Chico de la Poesía»
Nuestra Caracas Física y Espiritual es un escenario abierto, un lienzo donde la historia y la cotidianidad tejen relatos que superan la ficción. Entre sus calles, hay hombres y mujeres cuya existencia no es solo una biografía personal, sino un acto de servicio, un apostolado que se despliega ante la mirada atenta del transeúnte. Hablamos de aquellos que, a través de sus dones, se convierten en custodios de la memoria, en artífices de una amistad cívica que perdura más allá del tiempo. Augusto Santos, a quien muchos conocemos cariñosamente como «Melcochita», pertenece a esta estirpe.
Augusto es un miembro del Elenco Estable de Teatro de Caracas (donde como actor integrante tuve la oportunidad de ser su compañero y amigo) y desde el 2010 un Patrimonio Cultural Viviente de nuestra nación; se ha convertido, además, en un puente humano que mantiene la presencia de San José Gregorio Hernández palpable en el asfalto. Su arte no es un espectáculo, es más bien extensión de la devoción y el respeto profundo por una de las figuras más queridas de Venezuela, y especialmente, de la emblemática parroquia La Pastora.
Ética y Estética: Un acto de fe y ciudadanía
El filósofo Immanuel Kant, en su Crítica del Juicio, sostuvo que: «El sentimiento estético es desinteresado, universal y necesario». Esta máxima sintetiza la labor de Augusto. Su representación de San José Gregorio Hernández, que a menudo podemos observar en las calles de Caracas, no busca una recompensa material, pues persigue un fin superior: el mantenimiento del ideal de bondad, ciencia y fe que nuestro santo encarnó. Es un acto universal porque interpela a todo ciudadano, independientemente de su credo; y es necesario, porque en la vorágine de lo efímero, necesitamos anclas que nos conecten con nuestros referentes más nobles.
Aquí surge la primera interrogante que quisiera plantar en la mente de los libronautas: ¿El arte, y su inspiración divina, han contribuido a la vigencia de San José Gregorio Hernández? Si la santidad es la imitación de Cristo en el ejercicio de las virtudes, el arte —al capturar y reinterpretar estas virtudes— se convierte en un vehículo extraordinario. El teatro, con su capacidad de dar cuerpo a lo espiritual y de materializar la nobleza, permite a los caraqueños recordar al médico y sentirlo cercano, casi como un amigo que acaba de salir de la botica de la esquina. Augusto Santos no es un imitador; es un custodio que asume con humildad y decoro la responsabilidad de hacer presente el espíritu de José Gregorio.

Poesía en Movimiento
El propio José Gregorio Hernández, en su profunda sensibilidad, dejó entrever su amor por la belleza esencial. Su reflexión: «La poesía es de todas las artes la más excelsa, es el arte divino. Nada escapa a su jurisdicción; ella expresa en grado sublime la belleza toda, la belleza natural, la intelectual y la moral», parece anunciarnos la premisa de “Melcochita”. Su actuación es, en sí misma, poesía en movimiento, una que capta la imagen física del doctor, su belleza moral, su pulcritud intelectual. Es un teatro que dignifica al referente.
Esto nos lleva a la segunda pregunta, más enfocada en la propuesta cívica: ¿Puede o debe el teatro proponer, de manera estética, a que nuestros referentes humanos se mantengan en movimiento en nuestra amada nación venezolana? La función social del arte no es nada más para reflejar la realidad, su objetivo debería ser proponer realidades mejores, o al menos, recordarnos las alturas morales que hemos alcanzado. En un país de héroes civiles y ejemplos de integridad, el teatro de Augusto Santos se convierte en un acto pedagógico, didáctico e interactivo. Al interactuar con él, la ciudadanía se lleva a casa más que una fotografía: un testimonio de la ética profesional, la humildad y la fe.
El arte, en este contexto, es la herramienta más poderosa contra el olvido. Transforma la historia en experiencia, el dato frío en emoción cálida. La representación de Augusto Santos permite a un joven caraqueño, que quizás solo conoce al santo por estampas, conectar con un hombre de ciencia y fe que caminó por sus mismas calles, que sufrió y sirvió en su mismo entorno. Es una lección de identidad nacional impartida en una escuela cultural a cielo abierto.
José Gregorio Hernández y Augusto Santos: Dos Transeúntes Sonreídos
Augusto Santos, al igual que nuestro amado Aquiles Nazoa, podría ser descrito como un genuino “transeúnte sonreído”, un ciudadano que lleva la alegría y la nobleza a la vía pública. Sus dones, otorgados por Dios y cultivados con disciplina, le han permitido erigirse como una figura central. Él no se limita a ser un miembro ejemplar del Elenco Estable de Teatro de Caracas, sino que su labor va mucho más allá: se asegura de mantener activo a un patrimonio espiritual, científico y civil de Venezuela: Nuestro doctor -ahora- San José Gregorio Hernández.
En cada aparición, Augusto Santos ofrece al pueblo una dosis de melcocha que endulza el espíritu, y junto a ella, una recarga del humanismo y la espiritualidad que caracterizó al doctor de Isnotú. Es un contundente ejemplo de que los grandes valores no se guardan en museos, sino que deben estar en constante movimiento, propuestos, representados, por quienes tienen el don de la escena, y de la esencia. Su obra demuestra cómo la sensibilidad artística puede transformarse en un profundo homenaje, garantizando que la amistad y la presencia inspiradora de San José Gregorio Hernández continúen presentes en el corazón de Caracas y de todos los venezolanos.
Caracas Física y Espiritual, Domingo, 19 de octubre de 2025.
Día de la Canonización del Dr. José Gregorio Hernández y la hermana Carmen Rendiles.