Vicente Gerbasi: El Poeta que convirtió la Tierra en versos

Desde Canoabo, 1913, brotó un poeta que supo encantar la esencia misma del paisaje venezolano y vestirla de palabra. Vicente Gerbasi, emblemático representante del grupo Viernes y figura insigne de la lírica contemporánea, nació en un pueblo de agricultores donde selvas nubladas y campos de cacaotales, cafetales y camburales se fundían en un misterio natural digno de mil cuentos. Allí, donde serpientes, leones y majestuosos dantas compartían el territorio, Gerbasi encontró la materia prima de su poesía, una fuente inagotable de asombro y encanto.

Hijo de inmigrantes italianos que llegaron desde Vibonati, la vida lo llevó de la inocencia de Canoabo a los escenarios de Puerto Cabello y, posteriormente, a un aprendizaje más formal en Cámpora y Florencia. La tragedia marcó su infancia con la repentina pérdida de su padre en 1928, obligándolo a regresar a sus raíces, y allí se inició el latido poético que lo impulsaría a transcurrir por caminos tan dispares como el oficio de oficinista, traductor y redactor; caminos que lo llevaron hasta las tertulias de Caracas. En esas reuniones, cargadas de fervor y candor literario, compartió espacios con destacados poetas y artistas, quienes, como corrientes en un río, fortalecieron su determinación de internalizar la poesía en su forma más genuina.

En 1938, la magia de sus palabras encontró un hogar en el grupo Viernes, ese verdadero seminario de poesía que fue su trampolín hacia lo vital. Con la publicación de Vigilia del náufrago en 1937 y una enriquecedora travesía por México –donde convivió con gigantes como Nicolás Guillén– Gerbasi aventuró su primera incursión en la política cultural, fundando junto a Rómulo Betancourt el Partido Democrático Nacional. Fue en esos años cuando también encontró en Consuelo Orta Bercht a su inseparable compañera, musa en el devenir de su vida y obra.

Mientras su pluma se iba afianzando, su carrera lo llevó a transitar los senderos de la diplomacia y la cultura. De secretario y director de la Revista Nacional de Cultura a fundador de la revista Bitácora, Gerbasi se convirtió en embajador del verso venezolano en múltiples destinos: Bogotá, La Habana, Ginebra, y más allá. Cada cargo fue una ocasión para diseminar la sensibilidad de sus letras, que recorrían fronteras y tejían puentes entre culturas con la misma naturalidad con la que la selva abraza el amanecer.

Paralelamente, el caudal de su producción literaria se derramó en una obra poética incesante y poderosa. Dieciséis libros, varias antologías y breves incursiones en la prosa –como en Creación y símbolo– dan testimonio de un viaje interno y una búsqueda inquebrantable: Mi padre, el inmigrante (1945) se erige como un poema elegíaco épico, donde se entrelazan la nostalgia de un paisaje italiano con el ardor de la tierra americana. En la década de 1950, sus obras Los espacios cálidos, Tirano de sombra y fuego y Por arte de sol lo consagraron como el poeta de la naturaleza tropical, transformando cada paisaje en una sinfonía de sentimientos.

Con una humildad sincera, Gerbasi confesaba que la poesía no le llegaba en bandeja de plata; tuvo que sumergirse en largos rituales de lectura y conversación, forjándose en la fragua de la generación del 18 y en el influjo de los maestros de la poesía española –Antonio Machado, Federico García Lorca, Rafael Alberti, entre otros– para encontrar en la sencillez y la claridad la voz que hoy lo sigue haciendo tan imprescindible.

Hoy, junto a Rafael Cadenas, su legado es una herencia en las aulas y en el corazón de cada joven venezolano. Vicente Gerbasi evoca la inocencia de la infancia y la riqueza de la tierra, convocando a cada lector a mirar el mundo con asombro, a descubrir en cada rincón la poesía de lo cotidiano. ¡Así es él, una mirada sincera que transforma la memoria y el paisaje en verso!

¿Te animas a adentrarte aún más en este universo de palabra y tierra? La obra de Gerbasi es una invitación permanente a redescubrir el poder transformador de la poesía, a celebrar la herencia del sentir venezolano y a dejarse llevar por la cadencia inconfundible de sus versos.